Jamón y queso, un almuerzo completo.
Poco a poco estamos conociendo las causas que han convertido al jamón ibérico en uno de los ingredientes elementales de la gastronomía española. Ahora descubriremos aquellos compañeros que normalmente le acompañan en la mesa.
Uno de los amigos casi inseparables del jamón ibérico es el queso. Pocos serán los que se resistan a un almuerzo que cuente -entre sus entrantes o platos principales- a estas dos delicatessen. Al ser un producto que se puede asociar con aroma y gusto castizos, normalmente el jamón ibérico se acompaña de queso curado, aunque esta asociación no es exclusiva.
Jamón ibérico y queso curado son dos productos de marcada personalidad, que impactan en el paladar por su fuerza gustativa. De ahí que sean complementarios. Sin embargo, muchos son los que optan por quesos menos curado que puedan dar un contrapunto al jamón ibérico. Sea como fuere, lo que no se discute es que jamón y queso son dos grandes compañeros a la hora de comer.
Conociendo tanto del primero, no viene de más adentrarnos en los entresijos del segundo.
Tipos de queso
Diferenciar todos los tipos de queso daría para una enciclopedia. Sin embargo, hablar de este producto como compañero del jamón ibérico me permite optar por un licencia clara: hablar de los quesos de calidad. Normalmente asociados a las denominaciones de origen, hablamos de productos que se rigen por controles exhaustivos y que representan el sabor de una determinada zona.
En España contamos con un total de 23 denominaciones de origen. Uno de los más afamados es el queso manchego, de fuerte carácter y gusto exquisito. Aunque hay otros muchos que no le van a la zaga. Entre mis favoritos se encuentra el quedo Mahón-Menorca, de textura y calidad especiales, que representan la riqueza culinaria de una isla muchas veces olvidada.
El jamón también combina fácilmente con otro quesos extranjeros -Emmental, parmesano- o con los llamados “untables”.
Formas de presentación
Como ya hemos dicho con anterioridad, lo más usual es que queso y jamón se presenten diferenciados en dos platos, como dos tapas. Aunque existen otras muchas más opciones a la hora de conjugar estos manjares: en una tortilla, en bocadillos pequeños, en canutillos… las posibilidades son infinitas. Dependen de la imaginación del cocinero y de los ingredientes a utilizar. Normalmente -y salvos casos muy excepcionales-, la mezcla será muy agradable para el paladar.