Vino y jamón, un maridaje perfecto
Hablar de una tapa de jamón ibérico también evoca una imagen con un líquido como protagonista: una copa de vino. Si comer es un placer, hacerlo con el líquido adecuado multiplica exponencialmente las sensaciones. El vino y el jamón han sido desde tiempos inmemoriales compañeros inseparables. Ya antes de ser conquistados por los romanos, los pueblos de la Península ya comerciaban ambos productos con notable éxito.
El jamón es una carne roja y, como bien conoce cualquier enólogo aficionado, este segmento alimentario casa muy bien con un tipo específico de vino: el tinto.
Especialmente indicados son aquellos denominados viejos o añejos, que han pasado varios años en las barricas. Aquí podemos apreciar que el jamón se lleva bien con la tipología de productos que casa con una maduración amplia, lo hacía con el queso curado y ahora lo hace con el tinto añejo. Ya lo dice el dicho popular, el vino es una de las pocas cosas que mejora con el tiempo.
También podemos apostar por los tintos jóvenes, de carácter marcado y gusto más maleables.
Según el tramo de maduración podemos observar tintos jóvenes, crianzas, reservas y grandes reservas, en un escalafón que sube conforme lo hace el precio del producto. El carácter del vino viene marcado en gran medida por esta diferenciación, las fragancias y los sabores son hilo de otro costal. Se trata de características muchos más influenciables por el tipo producción, las condiciones de elaboración, etc.
Ahora echaremos un breve vistazo a los tintos de mayor renombre:
– Cabernet. Un vino fuerte, con un gusto marcado. La estrella de la familia es el Sauvignon, vino muy de moda en siglos anteriores al XX. También contamos con la variedad Franco, parcialmente eclipsada por el éxito de su primo hermano.
– Merlot. Uno de los vinos con mayor huella a nivel internacional. Producido en Francia e Italia, su componente alcohólico es apreciable.
– Pinot Noir. Otro gran nombre. Su producción es cara -se necesita maquinaria y producto base específicos- y su sabor y aroma muy diferenciados.
– Tempranillo. Una de las variedades de más éxito del vino español. Localizado en la Rioja, hablamos de una variedad de color opaco y de gran duración en las bodegas. Muy adecuado para tomar con jamón.
– Grenache. Otro vino nacido en la Península. Destaca por la ligereza de su toque en el paladar.
Como dice el refrán, «para gustos colores”. Dada la extensa gama de vinos según producción, echaremos un vistazo a otros tipos de producto cuyo consumo normalmente no es recomendable con jamón. Aunque el consumidor es quien elige al final.
– Espumosos secos. Normalmente visitan la mesa en los primeros compases de la comida. Son de consumo fácil y frugal. El consumidor puede darse cuenta tarde de que ha consumido demasiadas copas…
– Vinos rosados. Primos hermanos de los tintos, pero mucho más pálidos. Muchas veces se sirven con productos como el jamón serrano. También son una elección acertada.
– Vinos blancos. Los hay de muchos tipos. Espumosos, secos, aromáticos, añejos… normalmente se asocian a productos menos «pesados» como el pescado. Sin embargo, también pueden probarse con el jamón…