Que el jamón serrano capitaliza una cultura gastronómica por sí mismo lo atestiguan todas las líneas anteriores. Hablamos de un producto que define gran parte de la cocina española. Por ello, no es de extrañar que con el tiempo le hayan salido competidores en las neveras, o de forma más amable, primos lejanos.
Si hay un producto con igual solera y extensión a nivel mundial este es el jamón de York. Ambos son carnes frías, ambos son utilizados en gran variedad de platos. Ambos forman parte de muchas cocinas del planeta y pueden utilizarse de múltiples formas. Son muchas las semejanzas, pero también las diferencias.
Partamos de que, como todo en la vida, hay opiniones para de todos los gustos. Es cierto que el jamón serrano tiene más sal y calorías. Sin embargo, también es cierto que es un producto de elaboración más artesanal y no está tan claro que el de York sea más sano. Los argumentos podrían ser más científicos, pero al final la elección es del consumidor.
Del Serrano ya hemos hablado mucho. Centrémonos en el Jamón de York.
El jamón de York es una carne cocida y proviene del cerdo. Su sabor no es tan marcado como el del Serrano. Es mucho más suave. El tono de sus cortes es rosado y se cuecen en grandes piezas.
Como le ocurre al jamón Serrano el de York cuenta con gran cantidad de elementos positivos para nuestro organismo, aglutinando notables cantidades de zinc, hierro, potasio, fósforo y magnesio. Como el Jamón Serrano, también aporta gran cantidad de proteínas del B.
Uno de sus aspectos más conocidos es su baja densidad en calorías y grasas, aunque también aporta bastante colesterol.
Otro de sus puntos criticados también ha sido el punto de sal. Últimamente se ha puesto de moda la producción industrial de jamón de York bajo en sal, debido al culto por la comida sana que se comparte en nuestros días.
Comparado con el Serrano, su ratio de conservación es muy bajo. A la intemperie no dura más de tres o cuatro días. Por todo lo dicho, creo que ambos productos son completamente compatibles.